Debemos volver.

Hoy tomé esta cerveza en la terraza de un bar en Barcelona, uno de esos lugares que frecuentan los trabajadores de la zona portuaria. Setenta y tres días después del inicio de la cuarentena ansiaba volver a sentir un ápice de la gastronomía.

En un mundo en el que parar a tomar una cerveza no sería noticia, ni mucho menos una rareza o un deleite codiciado, hoy lo sentí como un acto profundo. La cerveza era solo un vehículo, lo que realmente quería vivir era ese acto generoso de quienes están en el rubro de la gastronomía. Sentía que su triunfo de volver, era mío también. Que mas alla de alcohol en gel, tapabocas o desinfectantes, mi verdadera seguridad está en la confianza que me transmiten los gastronómicos apasionados y detallistas.

No pude dejar de pensar en los miles y miles de trabajadores gastronómicos que estamos esperando volver a demostrar nuestro talento, experiencia y pasión. Volver con el ruido de las copas, con los murmullos de las charlas de los clientes, con la música de fondo, con los platos que vuelven del salón apilados en la bacha, con el mise en place bien ordenado en las heladeras, con el pinche de las comandas bien gordito de papeles y sintiendo orgullo de ser gastronómicos.